25 abril, 2024

No es cualquier elección ni una elección más

La elección a la que vamos los mexicanos en 2024 no es cualquier elección ni una elección más: es la más importante de nuestra historia y nuestra vida.

En años anteriores se iba a las urnas como un mero trámite que facilitaba otros trámites, o porque después de la misa quedaba cerca la casilla electoral y había que escoger entre el pinto, el rosillo y el colorado. Esta vez no será tan fácil ni tan simple: lo que está en juego es mucho más grave que en cualquier otro momento de la historia.

Una elección para escoger a los titulares de más de 21 mil puestos de la representación política de la nación no es un acto menor, ni un volado ni un ´melate´: es la oportunidad de tomar una decisión que puede alterar nuestra vida no por seis, sino por los siguientes 20 o 30 años de nuestra historia.

La de 2024 no es una elección más ni es cualquier elección, porque es la elección de nuestra vida y la más importante de la historia de México. Como nunca, salir a votar el 2 de junio es vital: quizás de este sencillo, pero trascendente acto de valor cívico, depende si seremos mañana el país de los mil y un respiros, o el de los suspiros acongojados, o el de los sollozos de sangre.   

Hay quien dice que Morena y su pandilla gobiernan tan mal, que si en esta elección ganan en la siguiente con toda seguridad perderían, porque son un nido de corrupción y criminalidad y un desastre gobernando. Esto que algunos creen y muchos repiten mecánicamente es un mito, o lo más parecido a una mentira piadosa.

Quien crea en la buena fe de un rufián o en la recta intención de una caterva de bribones, puede estar seguro de que su inocencia y sus visiones candorosas le harán un daño terrible a su patria. No se lo aconsejo, ¡pero allá ella o él!

Nadie puede asegurar que si gana Morena hoy, México tendrá elecciones mañana, entre otras razones, porque el segundo piso de la “trastornación de cuarta” pretende desaparecer el INE, dar palo a la Suprema Corte, acabar con las instituciones democráticas y liquidar el pluralismo político.

Para los pueblos, es fácil equivocarse en nombre de sus creencias y su verdad. El voto desinformado e ignorante no puede sino producir gobernantes desinformados, tóxicos e ignorantes. México, por desgracia, es el más claro ejemplo de ello.

Lo peor de la ignorancia es cuando se transforma en pandemia social y amenaza con tomar en sus manos la razón jurídica, la razón política, la razón de partido y la razón de Estado.

En Venezuela, en 1998, a una sociedad encandilada por un demagogo de arrabal, se le hizo fácil equivocarse en las urnas, creyendo que en cuatro años -si no funcionaba- podría quitarlo del poder. Hoy ese país acumula un cuarto de siglo de golpes de pecho, de arrepentimientos, de amargura y lágrimas de sangre.

Algo similar ocurre en Cuba: la dictadura -¡que no me vengan con el cuento de que eso es democracia!- echó raíces desde el 1 de enero de 1959, y por lo que sé todavía va para largo.

En Nicaragüa las cosas no son mejores, pues una runfla de supuestos revolucionarios tomó el poder, con Daniel Ortega, en un segundo aire, y no han podido sacudirse una dictadura que hace con la gente, con el erario público, con el empleo, con la historia, con los derechos humanos, lo que se le hincha la gana.

En Colombia la dictadura de Gustavo Petro va comenzando, pero es posible que, con el respaldo de Cuba, Venezuela y México, se convierta en un eslabón más del peor de los populismos latinoamericanos.

México aún está a tiempo de parar en seco el experimento populista que lo lleva al abismo. Dice Gabriel González-Molina que el 42 por ciento de los electores prefería la continuidad, pero era el techo del oficialismo, mientras el 38 por ciento prefiere un cambio de rumbo, indicando que ese porcentaje no es el techo de la oposición sino su piso a partir del cual ha venido creciendo.

La candidata oficial se estanca o cae en encuestas reales, mientras Xóchitl Gálvez y las candidatas y candidatos de Fuerza y Corazón por México crecen en encuestas, en la simpatía social y en el ánimo de la población. Por el ejemplo de Argentina, Turquía y Portugal, los mexicanos que leen e interpretan encuestas saben lo que se dice en la calle y en la plaza: que “voto mata encuesta”. Yo agrego algo más: “voto mata encuestas patito”.

Hay un fenómeno poco analizado: hay una simpatía y un electorado de clóset a favor de Xóchitl Gálvez y de la alternancia, que ya comienzan a manifestarse como una marea silenciosa en las redes, en los medios y en la charla de sobremesa. Aparte del cúmulo de grandes razones que tiene México para distanciarse y disentir del inquilino de Palacio y su partido, el triunfo de la candidata Xóchitl Gálvez dependerá de tres factores: la irrupción de la sociedad civil en las urnas, la revolución digital y la revolución ciudadana.

Hay motivos fundados para la esperanza, por lo que puede decirse que la de millones de mexicanos no es una esperanza de humo.


Pisapapeles

La gente con decisión y sin miedo sabe a dónde va. Lo demás es redil de ovejas.

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